¿Sabías que un bebé tratado con antibióticos en su primer año de vida tiene más del doble de riesgo de desarrollar enfermedades alérgicas a los cinco años?

Aunque los antibióticos salvan vidas, su uso en la infancia temprana puede tener consecuencias inesperadas. Un creciente número de investigaciones sugiere que estos medicamentos alteran profundamente la microbiota intestinal del lactante, interfiriendo con la maduración del sistema inmunológico y aumentando la probabilidad de enfermedades como asma, dermatitis atópica y alergias alimentarias. Este vínculo plantea una pregunta crucial: ¿cuándo vale realmente la pena usar antibióticos en los primeros años de vida?

En el primer año de vida, el cuerpo humano se encuentra en una etapa crítica de desarrollo. El sistema inmune aprende a diferenciar entre lo que debe atacar y lo que debe tolerar, mientras que la microbiota intestinal se forma y madura. Ambos procesos están estrechamente conectados. La diversidad y el equilibrio microbiano no solo ayudan a la digestión; también “entrenan” al sistema inmunológico para reaccionar de manera adecuada ante estímulos externos.

Asociación con enfermedades alérgicas en la infancia

Cuando un antibiótico se administra en esta etapa, no distingue entre bacterias dañinas y beneficiosas. Su acción amplia elimina especies clave que cumplen funciones inmunorreguladoras. En un estudio realizado con más de 1,100 niños en Canadá, se observó que los bebés que recibieron antibióticos antes del año presentaron una microbiota menos madura y menos diversa a los doce meses de edad. Esta alteración se asoció significativamente con un mayor riesgo de padecer enfermedades alérgicas a los cinco años.

Los datos son contundentes: los lactantes expuestos a antibióticos presentaron un riesgo 2.25 veces mayor de ser diagnosticados con alguna enfermedad alérgica en la infancia, en comparación con quienes no los recibieron. Esta relación se mantuvo incluso después de ajustar por otros factores como antecedentes familiares de alergia, tipo de parto o lactancia materna.

Además, los investigadores encontraron que el retraso en la maduración de la microbiota afectaba por igual a los niños que desarrollaron asma, dermatitis atópica, rinitis alérgica o alergias alimentarias. Es decir, la disbiosis intestinal temprana parece ser un denominador común en estos trastornos.

Alteraciones funcionales y composición bacteriana

Más allá de la pérdida de diversidad, el uso temprano de antibióticos también modifica la composición funcional de la microbiota. En el estudio, se identificaron cambios importantes en el metabolismo intestinal: disminución de la producción de butirato (un ácido graso que protege contra la inflamación), aumento de compuestos proinflamatorios y debilitamiento de la integridad de la mucosa intestinal. Estas alteraciones crean un entorno propicio para respuestas inmunológicas exageradas, como las que se observan en enfermedades alérgicas.

Cambios en especies microbianas

Otro hallazgo relevante fue el aumento de ciertas bacterias asociadas a inflamación y pobre salud intestinal, como Escherichia coli y Clostridium innocuum, en los niños que más tarde desarrollaron alergias. Muchas de estas especies fueron más abundantes en aquellos que recibieron antibióticos. Por el contrario, bacterias beneficiosas como Anaerostipes hadrus o Blautia wexlerae, productoras de ácidos grasos de cadena corta, se encontraron en menor cantidad.

Otro efecto adverso directo es la diarrea asociada a antibióticos (DAA). Esta condición ocurre porque los antibióticos, al eliminar bacterias beneficiosas, permiten el crecimiento de patógenos como Clostridioides difficile. La DAA puede manifestarse desde cuadros leves hasta infecciones graves, y su incidencia en pediatría varía entre el 5% y el 30%, dependiendo del tipo de antibiótico y la duración del tratamiento.

Uso racional de antibióticos y estrategias complementarias

Esta evidencia no busca demonizar el uso de antibióticos. Hay situaciones médicas donde su aplicación es necesaria e incluso vital. Sin embargo, también pone sobre la mesa la urgencia de promover un uso más racional, especialmente en cuadros virales donde su administración no está justificada. Asimismo, sugiere la necesidad de explorar estrategias que protejan o restauren la microbiota tras su uso, como la administración de probióticos o prebióticos.

Conclusión

El uso temprano de antibióticos en la infancia no es una decisión menor. Puede alterar profundamente el desarrollo de la microbiota intestinal y con ello, influir negativamente en la maduración del sistema inmune. Esta disrupción se ha relacionado con un mayor riesgo de enfermedades alérgicas, cuyas tasas siguen en aumento a nivel mundial. Frente a esta realidad, es fundamental que padres y profesionales de la salud evalúen cuidadosamente los beneficios y riesgos antes de recetar antibióticos a lactantes. Preservar la microbiota en los primeros meses de vida podría ser una de las formas más efectivas de proteger la salud inmunológica a largo plazo.

Referencias

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Dr. Rodrigo Vázquez

Gastroenterólogo y nutriólogo pediatra

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